SUPERCONDUCTIVIDAD
Por Fernando Aznar Pérez
Hace unos días estuve en Madrid en un simposio organizado por la fundación
Ramón Areces donde un grupo de investigadores de todo el mundo nos hablaron de
los últimos avances conocidos sobre este fenómeno físico.
La Superconductividad es una propiedad que se observó al principio en la
materia a muy baja temperatura, en torno a los 273 grados bajo cero. En esas
condiciones, la resistencia eléctrica de la materia desaparece y la corriente
eléctrica circula por ella casi sin oposición; es decir, sin resistencia. Entonces,
la corriente eléctrica que circula por un material con dicha propiedad no lo calienta
como a veces sucede en los hilos de la luz. Así, la electricidad que se
perdería, en forma de calor, en el transporte desde la Central hasta nuestras casas
sería muy poca, como pequeño sería el “consumo de luz” en nuestras casas y en la
industria, con lo que “el recibo de la luz” se reduciría también en una
cantidad importante.
Esta propiedad de la materia ya se nos explicaba en clase hace casi 40
años. Pero también se nos decía que conseguir utilizarla en provecho humano,
lograr materia supercoductora a temperaturas superiores a cero grados nos llevaría
unos cuantos años más. Desde entonces, los investigadores han intentado conseguir
materiales con superconductividad estable a temperaturas superiores a los cero
grados, por ser esas las temperaturas en las que se desarrolla la vida de los
humanos.
En el simposio antes mencionado, se habló de cómo estaba la cuestión del aprovechamiento
humano de la superconductividad, si ya había materiales superconductores,
naturales o artificiales, estables a temperaturas por encima de cero grados y con
qué tipo de materiales concretos se habrían conseguido semejantes avances.
Pero, por lo dicho allí, la pretensión de conseguir superconductividad estable
por encima de los cero grados todavía no se ha conseguido. Solo se ha observado
durante un tiempo pequeñísimo, en unos materiales de diseño, conseguidos
artificialmente, llamados cupratos,
constituidos a partir del cobre. Pero la oportunidad de conseguir esa
estabilidad deseada a temperaturas por encima de los cero grados, está cada vez
más cerca.
No obstante, el proceso de investigación hacia la obtención de nuevos
materiales, alguno de los cuales ha mostrado unas propiedades magnéticas
singulares, conlleva un gran avance en el conocimiento y aplicación del
magnetismo de alta intensidad.
El logro más famoso obtenido sobre la aplicación del magnetismo de alta
intensidad es, hasta el momento, el Mag-lev (del inglés: Magnetical
levitation). Un tren colgado de un carril que discurre por encima del techo o bien
circula en el aire sobre raíles convencionales de material magnético a causa,
en ambos casos, de fuerzas magnéticas de elevada intensidad.
Lo sorprendente es que dicho tren cuelga pero sin estar en contacto con el
carril, ni con los raíles del suelo, en cada caso. El vehículo se mueve en
contacto con el aire, por lo que su rozamiento es prácticamente nulo. Lo que
significa otro ahorro energético más. Consultar en Wikipedia la entrada Maglev.
En el proceso de investigación mencionado, además de la composición química
de los materiales y la temperatura –de las que veníamos hablando–, se han
introducido conocimientos como la estructura cristalina de la materia y sobre
todo de la presión, que han permitido, si no conseguir el objetivo planteado –superconductividad
estable a temperaturas sobre cero–, si obtener una gran cantidad de nuevos
materiales artificiales –superconductores y no– que aplicados al estudio de
nuevos tipos de Campo Magnético. Creo que es el futuro. ¿Qué otra cosa que
levitación supuestamente magnética, no es la tracción de los platillos volantes
que observamos en nuestras sesiones infantiles en el cine?.
¡Vamos!
Como nos decía nuestro profesor al explicarnos dicha materia, “el día que se pueda utilizar la
superconductividad por las personas, merecerá mas la pena tirar los aparatos de
casa a la basura y sustituirlos por otros nuevos con material superconductor”. Tal
vez entonces, hace cuarenta años, se hubieran podido vislumbrar las cosas así. Pero
en estos momentos, por lo que se dijo en el simposio, la
cosa no será “ni tanto ni tan calvo”.