Victor Manuel Arbeloa

 VÍCTOR MANUEL ARBELOA



Un canto coral de gratitud

           (una síntesis)                                                          víctor manuel arbeloa

              

Cada día son más los filósofos y escritores europeos y no europeos, que consideran el viejo lema de nuestros padres y abuelos, Dios y Patria, más nuevo y progresivo que nunca. Tomando en serio a Dios y a la Patria, se evita el convertir a los seres humanos en diosecillos e ídolos que hacen imposible la convivencia, y se aprende a servir a la Comunidad en la que se vive, sin esperar solo, interesadamente, sus servicios.

Navarra, que no es mejor ni peor que ningún otro país, pueblo, región o nación; que es distinta pero muy parecida a otras tierras, es una de nuestras patrias, de nuestras matrias y fratrias, de la que nosotros somos patriotas, matriotas y fratriotas. Y a ella debemos conocimiento, amor y gratitud.

Hace muchos años nos alertó Ortega con aquel “yo soy yo y mi circunstancia. Y si no la salvo a ella, no me salvo yo”. Somos, exterior e interiormente, también el espacio y tiempo que habitamos, vivimos y cultivamos. Somos, en buena parte, su historia y su geografía, desde sus éxitos a sus fracasos; desde los alimentos hasta los paisajes. Somos de la Comunidad en la que vivimos y ella es también de nosotros mismos.

Si nosotros dos hubiéramos sido unos genios, hubiéramos escrito un libro genial sobre Navarra, o dos probablemente. Pero ignoramos mucho,  sabemos  muy poco de todo, y hemos preferido que 134 autores -algunos de ellos sí  geniales- digan entre unos y otros lo que nosotros no hubiéramos sabido decir. A todos ellos se añaden centenares de imágenes, fotografías, colores, mapas y gráficos, que hablan con tanta viveza como los textos.

Había que elegir y hemos elegido. No están todos los que son, pero son todos los que están. Podían ser muchos más los autores y podían ser otros, como los temas que tratan. En otros muchos libros excelentes sobre Navarra sucede lo mismo. Hemos buscado la justicia y la variedad en los autores, y la sencillez y claridad en los escritos. En los puntos más sensibles y polémicos de nuestra penúltima historia, v.g., hemos elegido un prestigioso historiador medieval, que ha redactado páginas equilibradas y serenas. Para los últimos años que estamos viviendo hemos preferido los expertos a los políticos partidistas.

Tenemos que agradecer especialmente a los autores contemporáneos vivos a quienes pedimos la colaboración sobre un asunto determinado: Josetxo Beriain, Vicente Blasco, Juan Ramón Corpas, Javier Igal, José María Muruzabal y Aurelio Sagaseta.

No hemos metido el dedo al ojo de nadie. Solo,  siguiendo la recomendación del Lazarillo de Tormes, hemos quebrado el ojo al diablo del sectarismo, del fanatismo,  y del odio y de la mentira que los nutren.

Nuestras claves han sido la “Navarra” (avant la lettre) romanizada de los vascones, los íberos, celtas y celtíberos, y de otros muchos pueblos desconocidos; la “Navarra” como reino hispano romano cristiano, según el Código de Albelda; la Navarra, muy desunida entre sí, unida a Castilla y después a España, tras la conquista “con furto y engaño”, al fin más hispánica que gálica, a pesar de sus reyes vasallos del rey de Francia; y la Navarra democrática, foral y constitucional del Amejoramiento.

 Pero entre esas claves, nuestra ubérrima geografía, suelo común de nuestra historia: nuestras creencias y devociones; nuestros usos y costumbres; nuestras lenguas; nuestras ciencias, artes y letras; nuestros diversiones y deportes; nuestros conflictos y luchas; nuestras glorias y nuestras miserias.

Este libro es solo eso: un acto de reconocimiento a Navarra. Una muestra de amor hacia ella. Un canto coral de gratitud a su nutricia maternidad-paternidad.

Nadie mejor para expresarlo que los poetas, que no solo cantan lo que hay, sino también lo que debiera haber, lo que ellos quisieran que hubiera. Aunque sea un poeta tenido como menor y local, como Alberto Pelairea, hijo de tudelana y roncalés, nacido en Bilbao; hijo adoptivo de Tudela y de Fitero, en la letanía gloriosa de su poema Navarra, premiado en 1918:

 

En la cresta más alta y más bravía

de la Sierra de Andía…

 

(hasta “Madre amorosa y santa”)


Semblanza

Por Jesús Bozal Alfaro

Víctor Manuel Arbeloa (Mañeru, 1936) es, y ha sido siempre, una personalidad al servicio de la sociedad democrática (navarra, española y europea). Riguroso en sus convicciones, ha escrito, durante toda su vida, páginas necesarias de dignidad política, cultural, social y religiosa. Como político, contribuyó al paso de la dictadura a la democracia, participó activamente en la transición, y protagonizó, desde la presidencia del Parlamento de Navarra (1979-1983), Parlamento Europeo (1987-1994), Senado (1979-1986), y Asamblea del Consejo de Europa, una larga etapa de consolidación de nuestro sistema democrático actual. Le faltó presidir el Gobierno de Navarra, para el que estaba perfectamente preparado y capacitado. Hubiera sido un Presidente normal, responsable, tenaz en sus expresiones de poder y competente en el desempeño de su digna tarea.

En su faceta de escritor, Víctor Manuel Arbeloa mantiene siempre una absoluta claridad machadiana: rigor en la expresión, generosidad en el esfuerzo consentido. Además de sus numerosas conferencias, charlas e intervenciones en radio y televisión, colaboraciones periodísticas (El País, Diario 16, El Correo Catalán, El Día, El Correo Español, Diario Vasco, ABC, Diario de Navarra,…), ha escrito casi un centenar de libros personales o colectivos (poesía, historia, ensayo, viajes, aforismos): “Cuarenta y ocho horas” (1989), “Por Navarra” (7 volúmenes), “Desde Navarra” (2003), “De andar y pensar” (Sahats, 2004). Ha participado, así mismo, en la creación de numerosas entidades culturales: Sociedad de Estudios Vascos, Ateneo Navarro, revista de poesía RÍO ARGA (de la que fue muchos años director), Amigos del Quijote, Sociedad de Estudios Históricos de Navarra, Amigos del Cister,... Ha sido, además, párroco, capellán en la emigración, director de residencia,… Y, ahora, aprovechando las nuevas tecnologías, bloguero recomendable: http://www.vmarbeloa.es Su última colaboración pública tuvo lugar en 2007, cuando fue nombrado comisario de la magnífica exposición: “Navarra: un futuro entre todos.”

Todas sus actividades han buscado siempre la complicidad plural, y abierta, de sus lectores y de la historia. De los primeros, porque su compañía le es indispensable. De la historia, porque cree en la trascendencia, que solo se obtiene con respeto y rigor. Y esa trascendencia, ese lugar de referencia fiable, es lo que un intelectual comprometido como Víctor Manuel Arbeloa ha ofrecido siempre a la sociedad en la que ha vivido, y de la que ha aprendido todo lo que sabe.

Durante muchos años, Víctor Manuel Arbeloa mantuvo una valiente postura en relación con el tema vasco. La historia - defiende justamente - no puede ser el relato fantasioso o novelesco de hechos pasados, sino la verdad de los mismos a la luz del rigor científico/contrastable. El historiador no está para idealizar, manipular, desvirtuar el pasado, sino para hacérselo comprensible al ciudadano libre. En ese campo, ha defendido, durante muchos años, una postura firme y responsable, que forma parte del legado de una etapa de la historia de Navarra que no podría comprenderse sin su aportación.

El tono crítico, contundente en muchos casos, sin ambigüedades, no ha estado nunca ligado a una subjetividad intelectualmente innecesaria, sino al deseo de refutar tesis que la grandilocuencia pretendía convertir en doctrina: un relato postizo que pretende convertir el discurso fantástico en historia. Pues, Víctor Manuel Arbeloa conoce, reconoce, y admira la cultura vasca, la cultura navarra, el saber popular, que, como Machado, ha vivido y sentido antes de recoger ampliamente sus manifestaciones en textos que desbordan de poesía, respeto y amor.

Víctor Manuel Arbeloa ha visitado Fitero en numerosas ocasiones. Y ha escrito páginas preciosas de lo que pasa en nuestra villa abacial: Fiestas, Barranco,... También ha recorrido Soria evocando a Bécquer, junto a los álamos del amor del Duero. Su vocación de decir ha estado siempre asociada al Estado (Navarra, España, Europa), a ese compromiso con la sociedad en la que ha vivido, y que le ha permitido dejar su huella sin renunciar a ninguna de sus creencias ni de sus vocaciones.  

 

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